CRÍTICA > MÚSICA
Rock"n roll energy Concierto de Potemkin
POR J. ÓSCAR BEORLEGUI - Jueves, 31 de Diciembre de 2009 - Actualizado a las 07:33h.
Fecha: sábado, 26 de diciembre. Lugar: AKE, Iruñea. Intérpretes: Potemkin, quinteto integrado por Aixibar Urteaga, a la voz; Iker Martinez y Mikel Fernández, a las guitarras; Alexis Alonso, al bajo; e Iban Idígoras, a la batería. Incidencias: concierto de presentación de Gauaren Zaindariak, 2º CD de la banda. Hora y 20 minutos de duración. Asistencia aceptable, público curioso y receptivo finalmente.
CON un músico más que cuando les conocimos en 2006, Potemkin cerró 2009 en AKE ofreciendo una sorprendente descarga: y no porque esperásemos menos de ellos, sino porque la recibida, verdaderamente brutal, trascendió totalmente a las previsiones más optimistas. Cosa del rock"n roll killer ofrecido por la banda, el cual, heredero en buena medida del facturado por referentes como Turbonegro, The Hellacopters o Kuraia, realmente poderoso, fibroso y contundentemente guitarrero, se mostró sucio -en el sentido de asilvestrado-, directo y de altísimo octanaje. Totalmente echado hacia delante, cosa asimismo de cómo, con qué harro(orgullo, bien entendido dicho término… toda vez que, al igual que hablando de colesterol, puede haberlo malo y bueno) marcaron bíceps los músicos a la hora de plasmar en directo sus canciones; de cómo marcaron territorio desde las dos primeras detonaciones, las cuales, enlazadas, dejaron desde el principio bien claras las cosas, dando a entender que estábamos ante una sesión de rock… especialmente acorazado: y entendiendo esta voz más que como relacionada con coraza -únicamente-, también, si se nos permite, con el corazón. Es que, fuera de vatios y decibelios solamente (vatios, sudor y rock"n roll -que también podíamos haber titulado esto-), más allá de ello, el bolo denotó grandes dosis de pasión y sentimiento, mostrándonos a unos músicos que, totalmente seguros de sí mismos, parapetados tras sus respectivos instrumentos, demostraron vivir el indomesticable viejo género con una entrega imposible de cuantificar: tanto, por otra parte, como la energía que generaron en escena, llegando de su mano por momentos a estados próximos al paroxismo: y tanto el vocalista, agitando convulsivamente sus brazos con igual frenesí que un baterista, como los demás a sus respectivos instrumentos, como el guitarrista Iker -por ejemplo-, miembro en su día de Latzen, que no dudó en bajar una y otra vez del escenario para hacer sonar sus cuerdas entre los presentes… o incluso desde el suelo o la mesa de sonido, en un intento de animarles. De contagiar su energía a un público que asumió semejante caudal de fuerza como pudo, manteniendo cierta distancia de seguridad; sí, como lo harían ante un mar encrespado, y no por temor de ser salpicados por el oleaje, sino por miedo de que éste les arrastrase. El ciclón, el torbellino musical. De notas, pero ciclón. El volumen de energía generado… y su volumen, claro está, siempre atronador: en la línea de la fuerza generada por la banda, también imposible de cuantificar: y es que, al igual que ya se han inventado los aplausómetros, nos gustaría que alguien inventara algún artilugio similar para tratar de medir demostraciones de pasión y fuerza como éstas. Y a la imagen final deparada por la banda nos remitimos para dar fe de lo dicho, a la de unos músicos que, exhaustos, acabaron tan bañados en sudor como pletóricos, demostrando que en el siglo XXI los rockeros de verdad siguen sudando la camiseta.
Bueno, y aprovechando que ésta va a ser nuestra última crítica de 2009, diremos que nos complace haber terminado el año visitando -y comprobando- que, sin menospreciar la labor de otros locales, la referencial tríada de Iruñerria formada por Terminal, Black Rose y AKE continúa a toda máquina apostando por el rock, fiel a su estilo cada local pero todos en su sitio: apostando por los pequeños... pero grandes -e imprescindibles- grupos locales. Contribuyendo a mantener el vivero. Y nada más; a la vista de lo visto los últimos días en dichos locales, a ver si 2010 nos depara, por lo menos, lo mismo.
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